Saturday, November 10, 2007

Como me converti en Ironman

31 de Octubre de 2007

Llegamos a Panamá City Beach luego de manejar 6 horas desde Orlando. Los que no conozcan la ubicación de Panamá City imagínense al estado de Florida como una olla….Panamá City queda en el mango, sobre el golfo de México.
Nos alojamos en el Long Beach Resort, un complejo de apartamentos preparados para el turista. No tardamos mucho en darnos cuenta de que el aire que se respiraba exudaba triatlón: gente corriendo, atletas andando en superbicicletas, el logo de Ironman por todos lados.
“Esto es peor que vos”, me dijo Maria, mi mujer, cuando comprábamos unas cositas en el supermercado.
Nos fuimos a dormir temprano ya que estábamos reventados de tanto viaje y de tres días de caminar como locos por Disney World.


1 de Noviembre de 2007

Me levanté temprano, tratando de no despertar a los niños. Desayuné fuerte ya me quería probar mi traje de agua. Estaba seguro de que no tenia que esforzarme demasiado con el entrenamiento durante estos últimos días. Era hora de realizar lo que los americanos denominan “taper”. Esto consiste en bajar significativamente el volumen de entrenamiento, manteniendo cortos periodos de alta intensidad.
Armé mi bici, aun en la caja transportadora. Me aseguré que los pedales estuvieran bien enroscados y que el descarrilados de atrás funcionara bien.
Al mediodía fuimos a la playa. El clima era absolutamente fantástico. No mas de 22 grados, con una leve brisa soplando desde el océano. Me puse el traje de agua y salí a nadar. Me sentí bien, cómodo. Mantuve un paso de carrera, conservador pero consistente. Luego de 20 minutos decidí salir del agua. Tuve la tentación de hacer otros 30 minutos pero me resistí.
En la tarde, mi familia y yo fuimos a la expo a buscar mi paquete con el número de carrera. Había una larga fila de gente, la mayor parte vestidos de triatletas. Charlé con unos cuantos; me sentí bien de saber que no era el único que hacia Ironman por primera vez.

1228 era mi número. 1228 eran las veces que había sufrido con mi rodilla derecha, 1228 estaba compuesto por el 12 y el 28, 12 eran los meses del año y 28 los días del ciclo menstrual, 8 era mi número de la suerte cuando era chico, 122 era 11 veces 11….en estas disquisiciones estaba cuando terminé con la carpa de inscripción. De alguna manera trataba de encontrar en los números la formula secreta para llegar a la meta dentro del tiempo objetivo: 13 horas.

Por la tarde decidí hacer unas pocas millas en bici. Hice lo que los pilotos llaman “una prueba de motores”. Empecé despacio, tratando de mantener una velocidad de carrera: no mas de 130 rpm. La velocidad me daba alrededor de 19 millas por hora. Luego de 6 millas apreté el acelerador para ver “como funcionaba el motor”. 26 millas por hora a 155 rpm de pulso cardíaco. Di la vuelta y volví a la expo. Compré un par de zapatillas nuevas: una Newton increíbles. Las recomiendo. Visiten www.newtonrunning.com para mas información.


2 de Noviembre de 2007

Día libre. Pensé que iba a ser una tortura mental pero me sentí muy relajado y confiado en que mi carrera iba a ser un éxito. Hacia ya dos semanas que no sentía dolor en las rodillas. Esto me ponía una situación privilegiada ya que había podido entrenar largo con dolor. Mi ecuación decía: “Entrené largo con dolor y sobreviví, carrera sin dolor… ningún problema”.

A las 7:30 PM nos citaron en una sala de conferencias donde nos explicaron detalladamente los avatares de la carrera. No dejaron detalle alguno sin cubrir. Cada uno de los directores de carrera explicó su parte: el director de la parte de natación explicó como iba a ser la largada, a que hora, hasta nos dio consejos de cómo hacer un mejor papel en la carrera. Luego vino el director de ciclismo y finalmente habló el director de la maratón.
Cerca de las 8 y media volví casa. Mi mujer me preparó un plato de pasta. Me fui a la cama a eso de las 9 y media a pelearme con el insomnio. Increíblemente, me dormí al instante.

3 de Noviembre de 2007 - Race day

El despertador sonó a eso de las 4 de la mañana. Me vestí con paciencia de oriental. Desayuné fuerte y salí tratando de no despertar a los niños. El arreglo con mi mujer fue que ella llegaba a eso de las 8 y media que era el momento que teóricamente estaba saliendo en la bici.
Preparé mi zona de transición, llené las cubiertas de la bici a 110 de presión y me puse en la fila del baño.
“En solo 10 minutos se cerrará el área de transición”, dijo una voz en el altoparlante. “Todos los atletas deben abandonar el área inmediatamente y dirigirse a la playa”. Me gustaba que me llamaran “atleta”.
Me dirigí lentamente hacia la playa, siguiendo a unos tres mil individuos como yo, preparados a enfrentar a la bestia llamada “Ironman”.
Cuando pisé la arena por primera vez, un grupo de mariposas comenzaron a revolotear por primera vez dentro de mi panza. Era como si hubieran estado dormidas, esperando, acechando el momento justo.
Estaba con frío. La mera idea de imaginarme entrar al agua de mar con 10 grados de temperatura me causaba una incomodidad severa. Empecé a mover los brazos para entrar en calor.
“Están listos para convertirse en Ironman?”, preguntó el altoparlante. La gente enloqueció. Un helicóptero rodeaba el aire, mirándonos desde lo alto. “Estas listo?”, me pregunté. “Ya hiciste el 95% del esfuerzo en estos últimos 9 meses…vos podes”.
Miré las boyas y tragué saliva. La ultima estaba casi tan lejos como el horizonte.
Me puse los tapones en los oídos, la gorra en la cabeza y el visor en los ojos y me olvidé a un mundo de silencio, donde solo existía el galope enloquecido de mi corazón, mis lágrimas cayéndome desde los ojos y el frío y la soledad: era yo contra la distancia. No había nadie para ayudarme, para empujarme, para darme una mano y hacerme la carrera mas fácil. Estaban si los recuerdos de mis hijos, mi mujer, mis amigos. Y de repente apareció mi viejo.
“Voy a hacer la carrera mas difícil de mi vida…se llama Ironman y consiste en 4 km de natación, 180 de bici y una maratón”, le conté antes de que se fuera al cielo. Nunca pude cumplir mi promesa. Miré al cielo y dije en voz alta: “Esta va por vos, Papá”.

Empieza la natación

Fue entonces cuando sonó el cañón de largada. Poco a poco, tres mil triatletas y yo nos fuimos sumergiendo hacia las profundidades de un océano Atlántico recién amanecido.
Los primeros 700 metros fueron una verdadera pesadilla. Me patearon, empujaron, codearon, apretaron, tiraron, rasguñaron y pegaron entre 350 y 400 veces. Luego de llegar a la primer boya la situación mejoró un poco y tuve mas lugar para navegar. Cada tanto, sentía una mano acariciándome la planta de los pies; cada tanto tragaba un poco de agua salada y protestaba para mis adentros.
El curso eran dos vueltas a un rectángulo de 1.9 km de distancia. Cuando salí del agua me sentí bien. Una multitud de gente nos gritaba enloquecida. Había una mesa para tomar agua dulce. Agarré un vaso y me deleité con un buche de agua sin sal.
La segunda vuelta fue mas fácil por la falta de gente. Cuando estaba en la recta final de la segunda vuelta empecé a sentir en cansancio en mis hombros. “Vos podes”, repetí una y otra vez. “Ya llegas”, me dije para mis adentros.
Salí del agua en 1 hora y 15 minutos. Excelente, 5 minutos menos que el tiempo planeado. Voy bien.

Transición 1. 9 minutos.
Corrí hasta una carpa gigantesca. Cuando iba pasando, un voluntario me preguntó mi número. “1228”, grité. Corrió, buscó entre otras dos mil bolsas y me alcanzó la mía.
Me cambié lo mas rápido que pude. Corrí hasta mi bici, monté y emprendí mi segunda y mas larga etapa.

Empieza la bici

El griterío era incesante. La gente parecía enloquecida. Yo todavía no había podido dar con mi familia. Cuando empecé a protestar porque no habían venido, los divisé. Mi mujer movía sus brazos sumergida en la sordidez del tumulto multitudinario. Mis dos hijitos, asomaban sus caritas diminutas por entre los barrotes de una valla de seguridad.
Me detuve. Casi me chocan de atrás. Desmonté y corrí para darles un beso: no había carrera lo suficientemente importante para perderme ese momento con mi familia. “Suerte”, me dijo Maria. Se me hizo un nudo en la garganta.
El plan era sencillo: mantener mis pulsaciones por debajo de 130 durante 6 horas a una velocidad promedio de 18.5 millas por hora. Nunca empujar demasiado. Debía andar como si fuera un paseo con tres mil de mis mejores amigos.
El día era maravilloso: el sol había salido, no había una sola nube en el cielo y no soplaba una gota de viento. Todo esto, combinado con una pista plana como un panqueque, hacían de esta carrera las condiciones perfectas.
Milla 10 – Me siento bien. Saludo a un par de triatletas. Paso a algunos, otros me pasan. Los hay de todas las edades.
Milla 20 – Primera parada “técnica”. Mi vejiga estaba a punto de reventar. Mientras un voluntario me sostenía la bici, yo preparé el “elixir” en mi botella (no se preocupen, una especie de Gatorade con proteína). Hice pis y partí raudo hacia las 90 millas restantes.
Milla 30 – Como mi segundo Powerbar. Me siento bien. Una levísima molestia en la rodilla izquierda me despierta de mi concentración. No le presto atención.
Milla 40 – Paro por segunda vez a hacer pis. Charlo con algún que otro triatleta. Me como un gel. Estoy haciendo todo “a reglamento”. Estoy bien. La molestia en la rodilla izquierda es perceptible ahora.
Milla 56 – Mitad de la bici y sector de “Special Needs Bag”. Una de las grandes cosas de la organización corporativa de esta carrera es el soporte que tiene. Una de las cosas que tienen los Ironman son tanto a mitad de carrera en la bici como en la maratón es la posibilidad de entregarle a los organizadores una bolsa con alimentos, ropa, etcétera, que la carrera no ofrece. Yo puse en mi bolsa un sándwich de milanesa que me hizo Maria. Mientras esperaba para hacer pis una vez mas me devoré mi merienda como si fuera caviar Beluga. Una de las cosas que pasan en esta carrera tan larga es lo asqueado que uno se vuelve de tanto comer cosas dulces. Y lo peor es que hay que comer si o si…sino no se sobrevive la maratón.
Milla 60 – El dolor en la rodilla ahora es importante. Me pongo una rodillera y continuo.
Estoy bien de aire y de piernas.
Milla 70 – El dolor aumenta. Trato de pensar en positivo, de distraerme: miro otras bicicletas, admiro el paisaje (bastante monótono por cierto), salgo de la montura y pedaleo parado en los pedales, miro mi pulso, pienso en cosas del trabajo. Pero una astilla clavada sobre mi rótula me devuelve al mundo de los mortales, de los atletas que tratan pero que sufren.
Milla 80 – El dolor se mantiene. Hago pis otra vez. Sigo a otros triatletas y pienso menos. Mi pulso ha aumentado a 136 ahora y me cuesta bajarlo. El pavimento esta todo roto y protesto. “Me quieren reventar la próstata” digo en voz alta.
Milla 90 – Mi mente deja de pensar. Soy una maquina dolorida, un cuerpo de huesos y músculos en movimiento, un ente. Estoy saturado de comida dulce, sobrehidratado, con calor y harto de que un asiento maldito me viole sin mi permiso. La gente grita desde las calles, animándome pero yo solo escucho un eco lejano y no pienso en nada. Pensar es abstraerse, es ser: yo no soy, solo estoy, voy, me muevo, ciertamente no razono. Esto es la vida del atleta: blanquear la mente y pedalear como un autómata. Lo único que me devuelve un momento de “pies en la tierra” es mi dolor insoportable en la rodilla izquierda. Luego de sentir me vuelvo a ir, a flotar en los cúmulos incoloros del pedaleo monótono y eterno.
Milla 100 – Veo, como dicen algunos, la luz al final del túnel. Me quedan solo 12 millas y ya tengo dos tercios de la carrera adentro. Pero el dolor en la rodilla ha pasado de insoportable a increíble. Y para peor el viento ha empezado a soplar. No fue hasta la milla 106 que el viento se puso de mi lado y decidió darme una mano. Faltando una milla para la llegada y veo a mi familia con carteles de animo. Veo a Martina mi hija saltar y me emociono.

Terminé la bici en 6 horas y 34 minutos. El animo y la esperanza me vuelve al cuerpo.
“Tráiganme la maratón que yo le voy a explicar quien soy”, pensé, apretando los dientes.
Me cambié rápidamente, me comí un gel, me puse protección para el sol y salí a reventar el asfalto.

La Maratón. 3 PM.
La gente gritaba enloquecida. Habría fácil unas 1000 personas a ambos costados de la salida de la maratón. Mi numero leía “1228” y debajo “JORGE”. Durante la bici el número debe ir hacia atrás, durante la maratón debe ir hacia delante. Cuando me dieron las instrucciones no lo entendí. No fue hasta entonces cuando comprendí el significado: la gente leería mi nombre y me daría ánimo.
Milla 1 – Paro a tomar agua, miro el reloj…8:15 minutos. No podía ser. Eso quería decir que si mantenía este paso podría hacer mi maratón en 3 horas 30 minutos. Muy gracioso. Muy iluso. Porque la maratón es una bestia adormecida que pega cuando menos lo esperamos. Y a mi me pegó temprano.
Milla 2 – 9 minutos 15.
Milla 3 – 9 minutos 30.
Milla 4 – 9 minutos 45.
A medida que las millas transcurrían el dolor en mi rodilla izquierda se hacia cada vez mas insoportable.
Milla 5 – 10 minutos 5. Lo mas difícil de esta maratón era que se trataba de un carrera de dos vueltas a una pista que iba y volvía sobre si misma. De manera que mientras yo corría, iba mirando a otros triatletas ya volviendo. Mi mente comenzó a jugar juegos perversos. “Esos van por la segunda vuelta y solo les queda un par de millas y a vos te faltan como 20”. Mi dolor aumentaba.
Cuando crucé la milla 6 estaba en el punto mas bajo de mi Ironman. Sabia que moriría. Estaba entregado. Miré al cielo y abrí los brazos. Pedí que me llevaran, que me sacaran de allí, de ese infierno de asfalto y rodillas destrozadas y me llevaran a un infierno de fuego, a cualquier infierno…cualquiera debería ser mas fácil y menos doloroso que este. Mis piernas no daban mas. Y todavía me faltaban 20 putas millas. Quien mierda me mandó a meterme en esto? Quien me llamó a este reto? Quien me obligó a sufrir? Nadie. Me lo estoy haciendo a mi mismo. No hay plata, no hay premios, no hay placer….solo dolor, sufrimiento, cansancio, nauseas y mas dolor. La gente se ve distante, en cámara lenta. Los gritos se escuchan distantes, como metidos dentro de un tubo.
Pero seguí corriendo. Cuando llegaban las millas caminaba. Tomaba agua, Coca-Cola o caldo de gallina. Me sentía un poco mejor. Pero luego reanudaba la carrera y el dolor volvía.
Terminé la media maratón en 2 horas y 3 minutos. No estaba mal. Todavía podía terminar la maratón en 4 horas si empujaba en forma correcta.
Milla 16 – Se hace de noche. Mi cuerpo entero está en carne viva. Mi alma me ha abandonado. Solo soy un saco de dolor, una bolsa de huesos molidos y tripas revueltas bañadas en sangre. Tengo la boca seca, los ojos ardidos y la columna a la miseria. Ya me he olvidado de la rodilla.
No es el momento de dar el remate. Quizás en la milla 20.
Pero los tiempos aumentan lentamente. 10:30 la milla parece ser lo mas lógico.
Milla 20 – Doy la vuelta para retornar y hacer las ultimas 6 reputisimas millas. Me ponen un collar fluorescente para ser visto por los pocos automovilistas que cruzan las calles bañadas en gente. Cada tanto me pasa algún corredor. Los saludo. No me contestan. No soy el único sufriendo. Ya crucé unos cuantos vomitándose hasta el páncreas.
Milla 21 – Trato de aumentar mi velocidad pero nada sucede. La pared. La bendita pared. Hago fuerza pero nada pasa. Me agarra una mano gigante con una etiqueta mas gigante en la que se lee “Impotencia”. Me aprieta. Me ahorca. Me sofoca. Quiero liberarme. Otra mano llamada “dolor” me aplasta contra el pavimento todavía caliente. No hay forma de correr mas rápido.
Milla 22 – Me falta poco. Lo voy a lograr.
Cuando cruzo la milla 23 el dolor en la rodilla me obliga a gritar y renguear. Aprieto los dientes. “Eso es todo lo que tenes para detenerme?”, grito enfurecido. La gente me mira. Va a hacer falta de algo mas poderoso que una rodilla destrozada, una espalda totalmente contracturada y un cuerpo sin respuesta para que yo abandone. Es entonces cuando veo un cartel entre otros cientos que leía: “Vamos Lole, que ya sos un Ironman”. Mi mujer y mis dos hijos me lo habían preparado y los organizadores de la carrera se habían encargado de ponerlo en un lugar estratégico de la carrera. Lloro. Me vuelve el alma al cuerpo. Yo puedo. Solo 3 millas. 3 millas? Cuantas veces corriste 3 millas para entrar en calor.
Cuando cruzo la milla 24 el dolor es tan grande que decido caminar. Donald de Chicago, un triatleta que camina como yo me da charla. Es su sexto Ironman y todavía le falta media maratón. “Vas bárbaro”, me dice. “No puedo creer que sea tu primer Ironman”. Charlamos de trabajo, de hijos, de entrenamiento y de la vida. Cuando cruzo la milla 25 me despido y me dice las palabras que todavía resuenan en mis oídos: “Bienvenido hermano Ironman....”. La garganta se me anuda.
En el fondo, lejos, a solo una milla se escucha la música y la algarabía de los miles de espectadores enfervorizados alentando a los atletas. Veo las luces. Mi corazón rebota desbocado. Solo una milla. No lo puedo creer. 9 meses entrenando. 9 meses levantándome a las 4:45 de la mañana para sufrir durante una hora y media. 9 meses traspirando gotas de esfuerzo. Y ahora solo me quedan 10 minutos para terminar este parto eterno.

Desde este punto recuerdo los hechos en forma casi fotográfica. Un espectador corre al lado mío y me abraza, felicitándome, doblo en la esquina hacia a la izquierda, me mantengo sobre la derecha, me pasa un triatleta, veo las vallas de seguridad, veo la gente enloquecida, veo el cartel de llegada. Corro. Solo corro. No. También lloro. Lloro como un chico. Lloro feliz. Lloro por mi viejo que no está…o quizás si está. Lloro por mis hijos y mi mujer, lloro por mis amigos de USA y los de Buenos Aires, lloro por mis hermanos y mi vieja. A solo diez metros de la llegada levanto los brazos y toco el cielo. Pie izquierdo, pie derecho, pie izquierdo…como desde hace cuatro horas y media. Cruzo la meta. No puedo parar de llorar. Un voluntario me abraza y me felicita. “Bienvenido al club”, me dice. Lloro mas. No puedo parar. Ya estoy a punto de convertirme en marica de tanto llorar. “Busca a mi mujer…es esa de blanco atrás de las vallas”, le dijo al voluntario señalándola a Maria. La hacen pasar. Nos abrazamos y lloramos un poco mas. Martina me mira. Benjamín, el mas chiquito, corre y me abraza también. Me ponen la medalla alrededor del cuello y me invitan a sacarme la foto. Abrazo a mi familia. Los flashes explotan. Yo sigo en el cielo. Yo sigo abrazado a mi viejo. Gracias por ayudarme. Gracias por empujarme. Gracias por todos los años que me diste. Te moriste por un problema de corazón. Yo ahora, aquí, sufrido y dolorido, te dedico esta carrera. Para que a mi no me pase lo del corazón. Para que a mis hijos no les pase.
Y mientras escribo estas palabras no dejo de pensar en todos los que me ayudaron y dieron aliento. Y no puedo sino dar gracias y mas gracias. Lo logré. 12 horas y 36 minutos. Soy un Ironman.

7 comments:

SlowPepe said...

Estoy impresionado: MUCHAS, PERO MUCHAS FELICIDADES.

Tantos entrenamientos, tanto nadar, tanta bicicleta, tanto correr con molestias o sin ellas, tantas millas...

Bueno, ya eres un HOMBRE DE HIERRO, y tienes una familia orgullosa.

Un abrazo.

Pepe

karli said...

Joder Jorge me pillaste sensible y se me han caido unas gotitas de los ojos leyendo tu final de carrera y estas dedicatorias a tu viejo!
FELICIDADES PIBE! Eres un luchador nato y lo has contado todo perfectamente, tuviste que luchar y sufrir un montón pero siempre con la mente positiva y convencido de que no habia nada que te podía parar, un 10 chabal!!!
Ahora descansa y disfruta de tu condición de IRONMAN campeón!!

Felicidades nuevamente.

German Alonso said...

Es una de las mejores crónicas de carreras que he leído. Me ha emocionado.

¿Qué puedo decir? Llevo meses leyendo tus avances y estaba seguro de que lo conseguirías. Tienes un control de la mente que ya me gustaría para mí.

Como te dije en otro comentario anterior, eres un referente para mí. Ojalá, algún día, pueda yo experimentar esas sensaciones.

Eres un campeón, un FINISHER, un IRONMAN. Eso no te lo quita nadie. Y por cierto, entiendo tus lágrimas, tu viejo tiene que estar dando saltos de alegría allí donde esté.

Un abrazo, máquina. No pares nunca.

Germán.

Ferran Vila said...

La mejor crónica que he leido de una Ironman.
Felicidades Ironman. Y gracias por la inspiración.

Anonymous said...

Vaya! Qué crónica tan bonita, compañero. Mi admiración y mi respeto. Un Finisher de tomo y lomo. A ver si yo lo hago tan bien como tú.
Saludos desde España

Anonymous said...

Bueno yo no soy un deportista, (ahora) me pasó mi hora. pero al leer tu relato no puedo mas que decirte que,he llegado a una conclusión, tú no eres solo un Ironman, eres una Gran Persona, de las que vale la pena conocer.Si alguna vez vienes por Barceloa, me haría mucha ilusión tomarme una cerveza contigo.Un abrazo y mucha suerte para tí y los tuyos. Supporter.

Anonymous said...

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